CORONAVIRUS
EL VIRUS QUE ANIQUILÓ A LA RAZA HUMANA
Parte IV
*Historia de ficción escrita por Uriel Abelino
Un ruido extraño me despertó, el reloj marcaba las 2:45 a.m. ese ruido era el mismo que había escuchado en los túneles de desagüe donde perdimos a Sofía. Me levanté lentamente para asomarme al pasillo... ¡no lo podía creer! ¡era la jauría de perros que horas antes nos habían atacado en los túneles!
Eran alrededor de 7 perros, parecía que tenían rabia, pedazos de su carne no estaban, y carecían de pelo, sus hocicos estaban cubiertos de una sustancia viscosa y lo más sorprendente es que parecía que el virus los hacía más fuertes y más hábiles.
Le cubrí la boca a Diana y la desperté
- los perros de las alcantarillas están afuera del local - le susurré,
- ¡debemos buscar una salida pronto Diana! -
Debíamos salir pronto de ese centro comercial abandonado o seríamos presa de esos malditos perros infectados. Busqué en el local y di con una puerta trasera que indicaba que daba hacia el sótano, tomé a Alex que aún dormía, lo cargué y salimos lentamente de ahí, al caminar Alex despertó y gritó ¡mami!, lo abracé, le dije:
- estamos en peligro y debemos salir de aquí, no tengas miedo -
Los perros evidentemente oyeron el grito y se lanzaron contra la reja del local, pues oímos como embestían contra ella con tal fiereza, otros razguñaban las rejas y sus rugidos eran más fuertes, bajamos unas escaleras angostas, eran como 10 escalones y caminamos por un pasillo de unos 50 metros de largo, ahí conectaban otros locales, alumbré con la linterna tratando de buscar un letrero que nos indicara la salida y al final lo vi, ya estábamos por llegar a la salida cuando de pronto aparecieron como demonios en las escaleras, aparecieron los perros, les brillaban los ojos como fuego en la penumbra del pasillo, Alex grito y vimos como se acercaban esos ojos rojos a toda velocidad, ladrando, bramando, con tal furia... Diana vio una puerta cerrada intentó abrirla y no pudo, solo gritaba, le di a Alex que no paraba de llorar y gritar ¡mami! yo con el bate rompí la manija y entramos pronto, cerré de golpe y los perros se estrellaron contra la puerta con una fuerza increíble, atravesamos unos anaqueles que había del otro lado de la puerta para que no pudieran pasar y corrimos lo más rápido que pudimos, a lo lejos vimos la salida del estacionamiento y salimos a la calle. Tomamos la calle que lleva hacia el río, habíamos corrido un par de calles y vimos a los dragones quemando personas del otro lado de la avenida, intentamos sigulosasigilosamente volver para tomar otra calle y aparecieron los perros, se veían dispuestos a devorarnos, creí sinceramente que ese sería nuestro final, de pronto Alex dijo ¡bomberos! Señalando un camión rojo enorme, corrimos hacia allí y subimos al camión y nos ocultamos, los perros ladraban y alertaron a los aniquiladores, ellos pensaron que iban tras ellos, solo oímos como los perros chillaban y aullaban, se habían topado con los dragones negros quienes no dudaron en calcinarlos con sus lanzallamas. Pasó cerca de una hora, hasta que el silencio se apoderó de la ciudad, o lo que quedaba de ella. Me asomé, no vi movimiento, abrí la puerta, bajé con mucho cuidado con el bate en la mano tratando de identificar si todo estaba en orden, pero no oí nada, sólo el sonido del aire, - cerré los ojos y respire profundo- estábamos vivos, pero no sabía por cuánto tiempo más.
Bajé a Alex, y ayudé a Diana a bajar del camión, caminamos cerca de 20 minutos más y estábamos a las afueras de la ciudad, a orillas del río, detrás estaba el bosque, sinceramente no quería ir hacia allá pensando que tal vez otros animales más grandes y más feroces estuvieran infectados, no habría manera alguna de escapar. De todas formas no podíamos volver, sólo teníamos 3 latas con comida y medio galón de agua.
Diana abrazaba a Alex, yo pensaba qué hacer, y debíamos hacerlo pronto.
Caminamos un rato río abajo hasta encontrar un muelle, ahí había una pequeña embarcación, les dije que esperarán mientras echaba un vistazo, entré con mi inseparable bat a la lancha, abrí la escotilla que da hacia el piso inferior, apenas puse un pie dentro y sentí que apuntaron a mi cabeza con algo. Dejé el bat en el suelo, me giré, era un chico y una chica que también se ocultaban del peligro. Me preguntaron si iba solo, - vengo con mi novia y un niño -, se miraron entre ellos, talvez pensaron que podríamos servirles de compañía , así que accedieron a dejarnos pasar a su embarcación.
Llame a Diana y trajo a Alex consigo,
Llame a Diana y trajo a Alex consigo,
- es seguro, no tengan miedo - les dije.
Entramos.
- yo soy Tedros y ella es Sania, somos científicos investigadores, ¿quieren comer? -
- Sí, por favor, estaría genial, estamos realmente muy cansados y hambrientos - comenté.
- ¡Trabajábamos en un proyecto científico para el gobierno federal, en compañía con otras instituciones de otros países, pero todo se salió de control... ¡Dios!... nosotros somos culpables de que esto estépasando! - nos dijo Tedros mientras lloraba, como sintiendo una gran culpa.
- ¡Calma!- le dije, - todo va a estar bien, ya lo verás-
- Vamos a comer algo, vamos a descansar y más tarde seguiremos nuestro camino, ¿de acuerdo? -
Todos acentuaron, así que eso hicimos y posteriormente descansamos.
- Tedros, más tarde ¿podrías explicarme a fondo a qué nos enfrentamos? - pregunté.
- Sí, sí, sin problemas-
Ok, vamos a descansar.
Eran las 5:20 a.m. del 31 de diciembre de 2020...
Continuará
*Historia de ficción escrita por Uriel Abelino
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