CORONAVIRUS
EL VIRUS QUE ANIQUILÓ A LA RAZA HUMANA
Parte V
*Historia de ficción escrita por Uriel Abelino
Noviembre 2020.
"Algún día cuando toda civilización y ciencia hayan sido igualmente arrasadas, rezaréis por que aparezca un hombre con una espada en la mano que ponga fin a vuestra existencia."
El día amaneció muy extraño.
Justo a las 5:50 de la mañana, el cielo se tiñó de un rojo muy intenso, como si se tiñera de sangre. Afortunadamente no creo en profecías ni en mitologías raras que hablaban de eso como si se tratase de algo apocalíptico. Y sinceramente, los vaticinios espirituales y premoniciones sobre el fin del mundo era lo que menos servía en ese momento. Lo que es cierto es que todos nos vamos a morir algún día.
No había dormido en más de 72 horas, emocionalmente estaba agotado, no sentía fuerzas de seguir viviendo, no tenía motivos para seguir, sentía que en mi interior algo se había roto. Mi espíritu, o lo que hay dentro de mi, ya no era lo mismo. No sentía ganas de vivir. Muchas veces ahí en el búnker pensé en suicidarme, o ir directo a los Dragones Negros y dejar que me asesinaran con un chorro de fuego de sus lanzallamas, pero fui cobarde y no lo hice. Habían noches que salía del búnker a ver las estrellas, no dormía pensando ¿qué pasará con la humanidad, con todos los animales, con la vida entera?, ¿cuándo dará fin todo esto?... de pronto, una sensación de terror y de ansiedad invadía mi ser y desencadenaba en un llanto amargo, ahí en completa soledad sentía que todo sobre lo que habíamos basado nuestra vida y nuestra existencia, se desmoronaba poco a poco sin poder hacer algo siquiera. Me di cuenta cuán frágil y cuán vulnerables éramos. Una manada de bestias débiles y llenas de terror, eso es lo que éramos.
No era suficiente comprender a Hegel, a Nietzsche, las religiones, o las corrientes filosóficas, ya nada estaba basado en las ideas, o lo que dictaban tu espíritu o tu consciencia, mucho menos la racionalidad, la moral o el criterio, esas cosas simplemente habían quedado en el olvido, fueron sepultadas de un día para otro. De hecho, pensar así no te daba mucha esperanza de vida aquí, ya que prácticamente habíamos vuelto a la edad de piedra, la ley del más fuerte.
Ese mundo "mágico" donde llegabas al restaurante con tu auto a pedir comida ya no existía más, se había esfumado frente a nuestros ojos. Éramos como sombras errantes. Nadie procuraba a nadie. Todo era una manifestación de la bajeza y la decadencia de nuestro espíritu.
A veces trataba de decirle a mi mente que todo era un sueño, que pronto pasaría, que era cuestión de tiempo... hacía eso para mantener la cordura, pero inmediatamente después la realidad y el silencio me hacían presa del más amargo de los momentos que pude experimentar.
Toda la vanidad de la vida, las ideas efímeras, el querer tener lo más nuevo, lo más caro, lo mejor, las marcas, la comodidad, el estatus, el poder... ya nada tenía significado aquí.
Había que formarse por agua, había que formarse por comida; una ración nada más, no podías almacenar nada. Hacerlo te costaba la vida. Tu dinero, ni tu apellido valían aquí. Sólo eras un animal más tratando de pasar otro día sin morir.
Muchos de pena se suicidaban, padres mataban a sus hijos y luego se disparaban, otros perdían la razón y el juicio. "Débiles mentales", presas del terror, que jamás lucharon para sobrevivir, que jamás hicieron algo por si mismos y culpaban a todos de la desgracia, la misma desgracia que nos afectaba a todos por igual. En ese mes el Coronavirus mató a muchos de terror, de pena y vergüenza más que de la misma infección.
Muchos de pena se suicidaban, padres mataban a sus hijos y luego se disparaban, otros perdían la razón y el juicio. "Débiles mentales", presas del terror, que jamás lucharon para sobrevivir, que jamás hicieron algo por si mismos y culpaban a todos de la desgracia, la misma desgracia que nos afectaba a todos por igual. En ese mes el Coronavirus mató a muchos de terror, de pena y vergüenza más que de la misma infección.
- ¿Qué es la vida?
- ¿para qué existimos?
- ¿hay vida más allá de las estrellas?
- ¿hay seres superiores que quieran venir aquí a este mundo oscuro y deprimente?
- ¿dios existe? ¿si existe, cómo es?
- ¿porqué permitió todo esto?
- ¿estamos solos en el universo?
- ¿somos parte del sueño de un ser superior?
- ¿quién controla la vida?...
- ¿para qué existimos?
- ¿hay vida más allá de las estrellas?
- ¿hay seres superiores que quieran venir aquí a este mundo oscuro y deprimente?
- ¿dios existe? ¿si existe, cómo es?
- ¿porqué permitió todo esto?
- ¿estamos solos en el universo?
- ¿somos parte del sueño de un ser superior?
- ¿quién controla la vida?...
Día y noche esas preguntas rondaban mi mente. Pero no habían respuestas.
La situación se recrudeció en todo el planeta a mediados de noviembre, se suspendió la entrega de comida y agua. No había luz eléctrica, todas las oficinas cerradas, bancos quemados, tiendas saqueadas. La OMS anunció el cese de operaciones a nivel mundial, con ello, el cierre permanente de fronteras militarmente, suspendió la entrega de alimentos, víveres y medicamentos, ya que ningún laboratorio se salvó de la infección y las plantas de luz eléctrica se quedaron sin combustible. Cientos de periodistas crearon pequeñas estaciones clandestinas de radio por todo el mundo para informar la verdad. Fue cuando al recabar información de todos los países se fijó la gran cifra de ciento treinta y cinco millones de muertes, 100 millones a causa del coronavirus, 25 millones a causa del hambre, 10 millones por suicidios y asesinatos, cientos de miles de desaparecidos y dos mil quinientos millones infectados, una tercera parte de la humanidad entera en espera de la muerte.
El reino del caos había llegado.
El reino del caos había llegado.
El hedor de los muertos era insoportable, no había manera de incinerarlos o de enterrarlos, por temor a contagios.
Era un panorama aterrador. En verdad entiendo a los que se suicidaron, nadie hubiera querido estar en la situación tan vergonzosa y amarga de ver morir a tus seres amados de hambre, de sed o infectados.
En cambio, para mí, estar sólo, de cierta forma era reconfortante, saber que no vería morir a nadie que amara... al menos no hasta ese momento.
Hablé con Diana sobre viajar a los bosques de las altas montañas, empezar una nueva vida, desde cero. Aceptó, yo sabía que si lográbamos llegar sería el inicio de una nueva vida, lejos de la infección y la muerte...
Continuará
*Historia de ficción escrita por Uriel Abelino
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